Acercarnos a la orilla de nuestra marea
Acercarnos a la orilla de nuestro propia marea es un acto de amor.
Inclinarnos para reconocer lo que nos mueve, lo que emociona, lo que va pulsando a cada momento.
Qué lindo sería arrimarnos a nuestras propias identidades desde ese mismo asombro con el que contemplamos el agua ir y venir.
Mirarnos de forma abierta.
Cuantas veces confundimos lo que nos pasa y lo que elegimos, con lo que nos define.
Cuantas veces tratamos de meter nuestro fluir en un traje rígido, en una silueta-rol-papel que no nos permitimos actualizar.
Tememos ser cambiantes, variables, en proceso, cuando esa es nuestra única naturaleza.
Y desde ahí podemos terminar rechazando partes nuestras, sin poder ni siquiera verlas~descubrirlas~disfrutarlas.
Más allá de ese miedo, nos espera una gran bocanada de aire fresco, algo así como una nueva libertad.
Podemos empezar ensayando esa mirada hacia nosotras mismas, esa pregunta compasiva, ese acto de Amor hacia lo que haya y vayamos siendo hoy, ese asombro, ese dejar-nos ser.
Lo tenemos más a mano de lo que creemos